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Siguió muy de cerca los pasos del Divino Maestro en las correrías apostólicas por las ciudades y pue– blos de Palestina, y sobre todo siguió sus pasos camino del Calvario el día Viernes Santo, mere– ciendo tener un lugar de preferencia entre las almas que estuvieron más cerca de Jesús en las horas de su agonía y de su muerte. La Magdalena estuvo junto a la Virgen Santísima y al lado del inocente San Juan. La Magdalena fué testigo del testamento de Cristo, oyó sus postreras palabras, vió la natura– leza consternada, presenció la muerte del Maestro, y pudo ungir luego su cuerpo con preciosos aromas. liabía ungido sus pies en vida, y también los ungía de muerto, con el bálsamo suave, y con el otro más suave aún del sincero arrepentimiento; con mirra y áloe, y con la mirra de sus lágrimas ardientes, que llevaban más suave aroma. Y aunque lo vió muerto, entonces pudo estrechar más fuertemente aquellos pies contra su pecho, que moría, que ago– nizaba de dolor, y aquellas manos que se levantaron tantas veces para bendecir y perdonar. Entonces tampoco dudó de su Maestro; esperaría resignada el final de todos los acontecimientos; esperaría pa– ciente.· Pero, ¿cómo dar treguas a un pecho amante? Al tercer día, muy de mañana, cuando las sombras de la noche envolvían la tierra, y la naturaleza estaba dormida, y el mundo aletargado, y los ene– migos de Jesús descansaban, seguros de su triunfo, ia Magdalena ya se dirige presurosa hacia el se– pulcro, donde colocaron el cadáver del Señor, para arreglarlo más a su gusto; para darle la última prueba de su amor.. 188

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