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Jesús; fruto bendito pendiente del árbol de la cruz, inclinó la cabeza, cerró los ojos y se ofreció a los mortales. San Juan, que lo vió, dió testimonio de ello. San Juan, que percibió el último suspiro de Jesús, lo afirma. Jesús ha muerto.... Jesús ha muerto, no como hombre vencido. tia muerto lleno de gloria y como Dios. La muerte de los hombres es siempre triste, a veces horrible, desastrosa, desesperante; la muerte de Jesús es un triunfo. La muerte de los hombres es pavorosa; la muerte de Jesús está llena de gloria. La muerte de los hombres es el final de su vida, de sus trabajos, de todos sus sufrimientos; la muerte de Jesús es el principio de su glorificación. Con ella triunfa del infierno, de la muerte, del demonio y del pecado. · Del pecado, que borró de la tierra; del demonio, a quien arrojó del mundo y en cuyos dominios entraba a reinar por el amor y la misericordia; de la muerte, que tenía sujeta al pie de la cruz; del in– fierno, cuyas puertas cerró. Después de su muerte Jesús comenzó su carrera de triunfos y de victorias, de aleluyas y encumbra– mientos. San Pablo nos dice: «Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz; por la cual Dios lo ensalzó, dándole un nombre sobre todo nombre, y una grandeza sobre toda ponderación, de manera que al nombre de Jesús doblan la rodilla y se pos– tran los cielos '.v la tierra, los ángeles y los hom– bres, y hasta las mismas potestades del infierno (Fil. II, 10). 182

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