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Poder tal jamás se conoció en el transcurso de las edades, ni en el correr de los tiempos, ni en los anales del mundo. C onsnmmatnm est ! - «¡Todo está terminado!» ha dicho Jesús desde el árbol de la cruz al ver termi– nada la obra de la humana redención. Yviendo a los hombres redimidos, libertados, con la libertad ver– dadera de, los hijos de Dios, se da por satisfecho, porque su obra comienza a establecerse entre los mortales, y su sangre ha lavado y purificado las almas; y su sangre y sus méritos las santificarán en lo porvenir. Ahora ... después de tantos trabajos, ¿qué le queda por hacer? ¿qué le resta, después de tan magna empresa como la llevada a cabo? No le queda otra cosa sino dormir tranquilamente, descansar de los trabajos de tan ruda jornada. Y descansará durante algunas horas en los brazos de la muerte y en las soledades del sepulcro. La muerte, como un vampiro sediento de sangre, se cierne sobre la cruz; hacia ella tiende su mano descarnada; empuña la guadaña que ha de segar el hilo de aquella existencia tan preciosa, creyendo ser la de un puro mortal. De pronto tiembla; ex– traño sacudimiento hace crujir aquellos huesos del esqueleto ambulante, y cae rendida a los pies de la cruz. En sus oídos resuenan con claridad aquellas so– lemnes palabras: «Nadie me arranca la vida, sino que yo la doy de mi propia voluntad; y soy dueño de darla y dueño .de recobrarla» (S. Juan X, 18). Sí, Jesús es d.ueño de la vida y dueño de la muerte. Ét es dueño de su existencia, y por lo tanto morirá cuando quiera y como quiera. ¿y después? ¡Oh! después la muerte de la muerte; la derrota 12' 179

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