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estrecha, indisoluble; el abrazo de fraternidad entre la divina naturaleza y la humana, realizado en la segunda Persona de la Beatísima Trinidad. Luego, su aparición en el portal de Belén; corte– jado por los ángeles, que entonaron himnos de júbilo; adorado por humildes pastores y por los reyes del Oriente. Su vida de destierro en Egipto; los días tranquilos y dulces de Nazaret, apacibles como las aguas de tranquilo lago, entre los abrazos y los besos de María y de José. Y más tarde la vida d.e fecundo apostolado; las predicaciones no interrumpidas; las doctrinas de vida eterna; la semilla arrojada en .el campo de los corazones. La vocación y el llamamiento de sus apóstoles, discípulos y un sinnúmero de seguidores. i Oh! Al contemplar todas estas cosas bien podía decir, y con razón, que todo, todo estaba terminado. Hasta el odio y furor de sus enemigos podía darse por satisfecho. ¡Tres años de enconada envidia; tres años de mal reprimido furor: por alguna parte tenía que reventar. Tres años de persecuciones solapadas y de lazos tendidos traidoramente a su inocencia, a su doctrina, a su .sagrada persona.... Al fin, habían triunfado. Que se vuelvan tran– quilos a sus casas; que descansen en sus hogares; que reposen. El Nazareno está agonizando; morirá de un momento a otro, pues realmente, todo está terminado. Las manos de los crueles verdugos nada pueden hacer ya en aquel cuerpo, convertido a fuerza de tormentos en una pura llaga; pues desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza no tiene parte alguna sana, sino más bien heridas y car– denales, sangre coagulada y llagas corrompidas, que no han sido curadas. 175
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