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. ' lado a beber las aguas que de su Corazón, como de roca viva, saltan para salud de nuestras almas. . El es la fuente y dulcemente nos invita, cuando dice: «Sedientos, venid todos a las aguas, y vosotros que no tenéis dinero, apresuraos, comprad y comed; venid, comprad sin dinero, y sin ninguna otra per– muta, vino y leche» (Isaías LV, 1). «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Quien bebe del agua que yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed. Antes el agua que yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial de agua, que ma– nará sin cesar hasta la vida eterna» (S. Juan IV, 13 y 14). Feliz el alma que, como paloma mística, se llega a las fuentes del Salvador. Su sed se apagará. Saciada será su alma. i Jesús sediento! Danos a beber de esa agua, para que no tengamos más sed en adelante. 171
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