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Fatiguéme en dar voces: secóseme la gargánta: desfallecieron mis ojos, aguardando a mi Dios. Multiplicado se han, más que los cabellos de mi cabeza, los que me aborrecen injustamente. Pues por amor de Ti he sufrido los ultrajes, y se ve.cubierto de confusión mi rostro. Contra mí se declaraban los que tienen su asiento en la puerta de la ciudad y la gobiernan: y los que bebían vino cantaban contra mí coplas. Mas yo entre tanto, Señor, dirigía a Ti mi ora– ción. :Este es, decía, oh Dios mío, el tiempo de re– conciliación. Óyeme benigno según la grandeza de tu misericordia, conforme tu promesa fiel de sal– varme» (Salmo LVIII, 1 y sgs.). :En aquellos momentos está llevando a cabo Jesús y poniendo término a la .redención del hombre. Él solo; solo Jesús. Él solo ha entrado en un mar sin fondo ni riberas de indecibles sufrimientos, y por eso clama, con gran voz, con grito formidable, manifestador de las interiores penas de su espíritu: «iDios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abando'." nado?» •· ¿R.ealmente el Padre habría abandonado a su lfüo? ¿Se separaría la divinidad de su humanidad santísima? No. Imposible. Que una vez juntas, jamás se separarán, ni aun con la misma muerte. Pues, ¿a qué ese grito tan desgarrador? ¿a qué esa queja tan triste? ¿a qué tales lamentos? ... Misterio insondable de la humana redención, que al hombre no le ha sido dado penetrar aún. Ni lo comprenderá.... :Es Jesús quien se queja de su abandono ante el :Eterno Padre. :Es Jesús quien clama del fondo de su corazón: 11' 163

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