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en aquel rostro santísimo, espejo de hermosura y de bondades lleno! ... i Si, al oírle quejarse de su sed ardiente, la hu– biera podido apagar con las lágrimas que brotaban de sus ojos como de fuentes fecundas! ... i Si en los momentos de la muerte del Ifüo hubiera podido reclinarlo entre sus brazos. mater– nales, como lo reclinara en Belén, en Nazaret ! ... Pero todo esto se le ha prohibido a la Madre; más aún, se le ha obligado a subir hasta el monte del sacrificio, para allí ser testigo de todos los sufrimientos, sin poder procurarle el menor alivio, el más pequeño consuelo.... Y es madre ... ; y es su hiio Jesús quien padece. Al menos, Madre amantísima, repartid algo de vuestro tormento entre las almas compasivas, que a vuestro lado acuden; para acompañaros en tan cruel do.lor y participar algo de él: Eia, Mater, fons amoris, me sentire vim doloris fac, ut tecum lugeam. f' ac me tecum pie flere, Crucifixo condolere, donec ego vixero. · .A'sí al menos, repartidas las penas, son más lle– vaderas, y teniendo con quien llorar, las lágrimas encuentran algún consuelo. i Cómo se están cumpliendo en María las pro– féticas palabras del anciano Simeón, dirigidas a ella en el templo de Jerusalén algunos años antes: «Tu alma será atravesada por aguda espada de dolor»! Sí, hasta las interioridades del alma de María penetró esa agudísima espada. . . . I-Iasta lo más íntitno de su corazón, dejándolo destrozado.... 157
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