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a las aves de rapma, ahuyentar las fieras del campo y así evitar que fuesen devorados sus cadá'– veres? Sin comparación más triste y mucho más abatida estuvo la Madre de Jesús a su lado, en los momen- tos de la muerte. · Pues, si a la vista de la mujer que sufre y de la madre que llora, el corazón del hombre se conmueve, Quis est horno qui non fleret, Matrem Christi si videret in tanto supplicio? Quis non posset contristari, Christi Matrem contemplari dolentem cum Filio? ¡Ah! de roca se necesita tener las entrañas y más duro que el diamante el corazón para no sentir los dolores dé María, para no compadecerse de ella, cuando ve a su lfüo anegado en un mar de amar– gura y de tormentos. Esta y no otra es la causa principal de los dolo– res de María: los dolores de su lfüo inocentísimo; la muerte de su misma vidi;t, a quien ve agonizar sin poder prestarle el menor cuidado; a quien mi– raba en el último y mas infame patíbulo, siendo la misma santidad. Sí; que María Vidit suum dulcem Natum, moriendo desolatum, dum emisit spiritum. i Si al menos con sus manos le hubiera podido enjugar el sudor frío de la agonía! ... i Si le hubiera podido limpiar la sangre coagulada 156

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