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Con todo, Jesús obra muy prudentemente, y manda a dos de sus discípulos: «Id a esa aldea que está enfrente de vosotros, donde encontraréis una borriquita atada, y un pollino al lado de ella, sobre el cual nadie ha montado todavía; desatadlos y traédmelos. Y si alguno os dijere algo, decidle que el Señor los necesita, y al punto os los dejará traer.» Tal y como Jesús lo mandó lo realizaron los dos comisionados del colegio apostólico; y sin mayores obstáculos llevaron los animales, los aparejaron sencillamente, colocando encima sus vestidos, y comenzaron a caminar hacia Jerusalén. Ya no cabía la menor duda: en la mente de Jesús, aun cuando no lo diga, está hacer alguna sonada. Así lo pensaron los apóstoles, y así era en verdad. :En un principio fueron ellos solos, los doce, úni– cos acompañantes del Maestro, caballero en humilde jumentillo. Después ... bien pronto se dió cuenta el pueblo de que Jesús marchaba en dirección a la ciudad, y va en cabalgadura.. i Cosa rara l .. . :El que es tan sencillo, tan humilde, que siempre camina a pie. ¿Cómo no había de llamar esto la atención de las muchedumbres? A los apóstoles fuése uniendo la gente del pueblo, que de ordinario seguía al Profeta; el concurso iba aumentando al darse aviso unos a otros. Jesús marcha hacia Jerusalén, y. va sencillamente caballero en un borriquito. Cosa extraña en él; no obstante, es tan bondadoso, tan comunicativo como siempre. «Vayamos tras él.» Y corren presurosos por los campos a juntarse con la comitiva; y llegan alegres, gozosos. Allá van los jóvenes los primeros, ágiles de piernas como corzos; allá van los hom- 2
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