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senta Dimas. Era imposible que Jesús le negase el perdón, pues moría por él y por todos los hombres. Era el primer fruto de la Redención recogido por Jesús cuando aún estaba en la cruz. Su sangre divina comenzaba a lavar las almas y a salvarlas. ¡ Vaya con el ladrón Dimas! i Y qué bien apren– dido tenía el oficio! Toda la vida robando los bienes de la tierra, salteando en los caminos y en los campos a los viajeros; y cuando la justicia humana le echa mano, y lo castiga, y lo condena al último suplicio, entonces también aprovecha la ocasión para robar. ¡ Mejor ocasión que aquélla, ni pintada! Si se le presenta, que ni a pedir de boca, ¿a qué despreciarla? ¿Puede robar? Y tanto; ese es su oficio. Y roba, sí, roba. Muere robando el reino de los cielos. 10' 147

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