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XXVI EL BUEN LADRÓN «Crucificaron también con Jesús a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda; con lo cual se cumplió la :Escritura que dice: Y fué puesto en la clase de los malhechores.» Así aparecía más grande la ignominia del Ino– cente, pues, al verlo en medio de los ladrones, se convencería Ía muchedumbre de que el peor de todos era el que estaba en medio: Jesús de Nazaret. · Dimas a la derecha. A la izquierda Gestas. En medio Jesús. Como culebras se retuercen los ladrones en las cruces, presa de los más horribles dolores, de atroces tormentos. Maldicen su suerte, maldicen a sus verdugos; reniegan de la vida; blasfeman, lan– zan gritos desgarradores. Desesperados barbotan palabras insolentes, y hasta tienen valor para insul– tar a Jesús, reclamando de él, que los salve, que los saque de aquellos tormentos: -Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.- Jesús, como cordero manso, calla y sufre, lleno de resignación, de calma, de invicta paciencia. Lo que exaspera más a sus enemigos y enfurece •a los malhechores, quienes no pueden resignarse con su suerte al verse en la cruz, delante de tan inmensa muchedumbre. Cesan por unos momentos los insultos de los hombres; entonces .habla el Hombre-Dios desde el 143
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