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mayor que el ele la cruz, por la salvación del hu– mano linaje. Y si ante los tribunales fué admirable el silencio de Cristo, de tal manera, que ni una .sola palabra pronunció al cúmulo inmenso de acusaciones que contra su persona lanzaron, ni se defendió de las calumnias lanzadas a su mismo rostro, ahora, en la cruz, ni una palabra tan sólo pronuncia al verse ultrajado. Pero sí, Jesús habla, para rogar por todos sus ofensores. Faltaban pocos minutos para morir, y las burlas caían en su alma atormentada como carbones en– cendidos. Así tenía que ser; así fué, pues por boca del pro– feta hafuía dicho varios siglos antes: Super omnes inimicos meas factus sum opprabrium et vicinis meis valde, et timar notis meis- «fie sido hecho el blanco de las burlas y el oprobio de todos mis enemigos, y principalmente de mis vecinos, y objeto de horror para cuantos me rodean. Los que me veían huían leios de mí.... Porque yo oía los de– nuestos de muchos que estaban al rededor mío.; los cuales al conjurarse contra mí, trazaron entre ellos quitarme la vida» (Salmo XXX, 12 y 14). Y es que sus enemigos querían que muriese con ignominia, que acabase sus días en medio de los baldones, para que su nombre, encerrado en el se– pulcro del olvido, desapareciese de entre los vivien– tes, y nadie más volviese a acordarse de él en adelante. Y murió asediado de las injurias, y murió en un mar de burlas, y fué encerrado en el sepulcro. Pero los deseos de sus enemigos no se cum– plieron; porque, cuanto más humillado fué en su 136

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