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Pero no; Jesús no baja de la cruz, no quiere bajar. Allí ha de permanecer hasta la muerte, hasta después de la muerte. Allí cumplirá la voluntad del Eterno Padre, apurando las heces del amargo cáliz que el ángel le presentó en el huerto. No es que no pueda; poder lo tiene de sobra. Pero si baja, ¿cómo se llevará a cabo la obra de la humana redención? ¿quién salvará a los hombres? Por su boca habló el profeta cuando dijo: «Aque– llos hombres que maquinaban mil iniquidades en su interior, todo el día están armándose contiendas. Aguzaron sus lenguas viperinas; veneno de áspides es lo que tienen debajo de ellas» (Salmo CXXXIX, 3). «Todos se han extraviado, todos a una se hicieron inútiles, no hay. quién obre bien, no hay siquiera uno. Su garganta es un sepulcro destapado: ·con sus lenguas están forjando fraudes; debajo de sus labios hay veneno de áspides. Llena está su boca de mal– dición y .de amargura: sus pies son ligeros para ir a derramar sangre» (Salmo XIII, 3). Las burlas aumentan, viendo al Inocente en medio de los tormentos; los sarcasmos crecen, viendo al débil caído. Todos se consideran con derecho para insultarlo. Los mismos soldados unen sus voces a las de los pontífices; los sayones que esperan su paga y que ésta aumentará si redoblan los castigos, también hacen coro en aquella infernal tragedia. - Si eres el rey de los judíos, sálvate. - ¿Cuándo se vió 'semejante abominación, que al reo en medio de los tormentos se le aumentase los dolores con burlas soeces? Sólo con Jesús se con– suma tan tremenda iniquidad. Y ¿no podrá defenderse? Sí, puede; pero prefiere callar y sufrir, ofreciendo este nuevo tormento, 135

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