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:Ese hombre era para él un remordimiento atroz. Pues en tales circunstancias llegaron a palacio los más atrevidos de los príncipes de los sacer– dotes, disgustados, exigentes, rabiosos por el título dado al Nazareno, y exigiendo con imperio: -No escribas: rey de los judíos. Sino que él diio: yo soy rey de los judíos.- Sin duda que pensaron sobreponerse una vez más a la debilidad del Presidente. Mas si antes a fuerza de gritos y de alborotos lograron la sentencia, mal les salió ahora la treta urdida. Pilatos los mira de arriba abajo con mirada llena de fiereza. No le era posible disimular por más tiempo;. aquellos hombres le asqueaban, y a cajas destempladas, secamente, como gozándose de mor– tificarlos, de humillarlos cuanto podía, les contestó: _:_ Lo escrito, escrito está. - Y sin decirles una palabra más, los despachó. Mal les salió, en efecto, la partida que jugaron en esta ocasión los príncipes de Israel. ¿y qué remedio les quedaba? Callaron, se mordieron los labios, llenos de furor y mal reprimiendo la rabia, salieron del palacio echando pestes, y se encamina– ron de nuevo al monte del sacrificio, a desahogar su ira contra el Mártir Divino que pendía agonizante de la cruz. Al mirarla, lo primero con que toparon sus ojos fué con el famoso título, que ahora, más que antes, les daba en rostro y los avergonzaba. Para disimular su vergüenza, comenzaron a insul– t.ar al que ellos creían falso rey, rey de burlas. {Rey de burlas? No. Rey real y verdadero. Rey era Jesús en toda la extensión de la palabra, por derecho de naturaleza, por derecho de herencia, y ahora por derecho de conquista, puesto que desde \) Madridanos, Cristo paciente 129

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