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teligencia-eso lo dejo para los exégetas y comen– tadores de la Santa Escritura-, sino más bien co– mentado con el corazón, con el alma. Para algunos quizás parezca mi libro uno de tantos, que ni merezca los honores de figurar en una biblioteca; para otros tal vez sea demasiado simple. Te confieso ingenuamente, lector ·amado, que nunca abrigué pretensiones de escribir para los más sabios, sino para los sencillos, a fin de en– señarles a conocer mejor a Jesucristo, y conocién– dole le amen, y amándole tengan vida eterna. No pretendo otra cosa ni pido otra recompensa para mi libro. fioy, que tanto se escribe y tanto se habla; hoy que la prensa está a la orden del día, y los grandes rotativos inundan pueblos y ciudades, y la novela y las revistas circulan con profusión por manos de todos, justo es que pongamos en manos del pueblo creyente nuestros libros de sana lectura. Uno de esos libros sencillos, que quizás no llegue a cansarte, por la forma en que ha sido escrito, es éste que tengo el honor de presentarte. Léelo, vuelve a leerlo otra y muchas veces, se– guro que su lectura, entresacada de los santos Evan– gelios, producirá en tu alma algún buen senti– miento. Si así fuere, por satisfecho me daré. Pero ten en cuenta que esos buenos efectos que en ti pro– duzca esta lectura, son obra de Jesús y de su gracia. Que al terminar de leer estas páginas tu corazón se inflame en el amor al Divino Redentor del mundo, es cuanto pára ti desea EL AUTOR.

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