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Pues, precisamente, lo que Jesús está haciendo en lo alto de la cruz, en medio de ese mar de tor– mentos, es pagar por las iniquidades de la humani– dad; satisfacer ante el Eterno Padre por nosotros, reconciliándonos con Él. Porque, en verdad, la ofensa fué infinita, la deuda inmensa, y sólo una satisfacción infinita podía pagarla. Esa satisfacción, moneda de gran valor, no era posible encontrarla en la tierra; es la sangre de Cristo, derramada por nosotros y por muchos para la remisión de los pe– cados. Y cuando el Eterno Padre así vió a su Hijo en la cruz muerto, dióse por satisfecho; aplacó sus iras y nos perdonó. :Entonces en Jesús se llevó a cabo el abrazo de reconciliación de aquellos dos enemi– gos; y se dieron el beso de paz, el beso de amor. En lo más alto del Gólgota aún permanece el M~rtir Divino, Clavado en el leño, con su frente de Dios dolorida, con sus ojos de Dios entreabiertos, con sus labios de Dios amargados, con su boca de Dios sin aliento.... ¡Muerto por los hombres! ¡ por amarlos, muerto! ¡ Muerto por nosotros! ... i por amarnos, muerto! ... podemos repetir con toda razón y llenos de dulce consuelo y de la más viva esperanza. Ahora sí que podemos acercarnos, llenos de dul– císima confianza, a la presencia de Dios, sin temor a ser rechazados. Porque, si nuestras iniquidades claman al cielo, tenemos en favor nuestro las satis– facciones infinitas, la sangre y los méritos de Cristo, que piden y alcanzan perdón; y si nuestros pecados 124
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