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Pero Jesús no bajará de la cruz; no puede bajar; está crucificado. · Un día había dicho solemnemente el mismo Jesu– cristo: «Et ego si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum»-«Cuando yo sea .levantado en lo alto de la tierra, todo lo atraeré hacia mí» (S. Juan XII, 32). Palabras que comienzan a cum– plirse cabalmente la tarde misma en que es crucifi– cado. La muchedumbre que ocupa las alturas y la ladera del Calvario hacia 1:1 se dirige con un movi– miento de odio satánico y de rencor enconado. Rencor que se deahoga en gritos furibundos de bur– las. Después, algunos de ellos se dan cuenta de que aquel hombre es algo más que un puro hombre; que tras la humanidad ensangrentada, tras las heri– das y las llagas está la divinidad. Luego, sin tardar vendrán los discípulos, los ver– daderos adoradores, otras muchedumbres mucho más grandes, a postrarse reverentes ante el madero santo, para adorar la Víctima sagrada que de él pende. Muchedumbres inmensas, locas de amor y de entusiasmo por Cristo. Son las muchedumbres de creyentes, que cifrarán su gloria, su verdadera grandeza en ser discípulos del Divino Crucificado del Gólgota; que libremente, espontáneamente, clara– mente confesarán la divina grandeza, la realeza su– prema de Cristo Jesús, y la confesarán en medio de los tormentos, entre el fuego y los suplicios, en el anfiteatro y en el circo, rodeados de las fieras, Y la confesarán en presencia de la misma muerte. Y en arranque de sublime heroísmo, morirán en un mar de tormentos por Aquel que antes murió en la cruz por los hombres todos. 122

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