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Una vez recogida en su morada, da rienda suelta a los suspiros y al llanto. Llora y llora inconso– lable, y llora amargamente, al recordar el ,triste estado. en que ha visto al Nazareno. Y cuando las turbas han pasado, vienen sus ami– gas a visitarla; y al verla hecha un mar de lágri– mas, tratan de consolarla. Pero ¿qué consuelo puede haber' para aquellos corazones, si todos ellos aman a Jesús, y todos sufren por la misma causa? En casa de la Verónica lloran todas juntas. Sus lágrimas se mezclan tinas con otras y no son tan amargas, y las penas se suavizan un tantico, y el dolor así repartido es más lle.vadera. Y cuando sus ojos, cansados de tanto llorar, quieren ver la sangre de Jesús, recogida entre los pliegues de la toca, al desdoblarla la ·piadosa Verónica, ven todas, llenas de asombro, que la faz divina de Jesús había quedado milagrosamente im– presa en el lienzo. · Así recompensaba el Nazareno la caritativa ac– ción. Presa de indecible asombro cae de nuevo la Verónica en tierra y adora reverente aquel rostro que .tan cerca había visto poco antes. , Y las demá.s mujeres adoraron también el rostro de Jesús, grabado en los pliegues de la toca de la Verónica. ' '1 107

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