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moradores de la Ciudad Santa, los pone .en movi– miento y encamina a las afueras, hacia el monte de las Calaveras. · Como una inmensa serpiente se revuelve la mu– chedumbre apostada junto a la Torre Antonia. Es que quiere abandonar las calles, y busca desahogo en las afueras, en el campo, mirando con ojos de basilisco la altura del Calvario. Las bocacalles ocupadas todas; las terrazas de los edificios llenas de gente; la plaza contigua al Pretorio, donde reside el Gobernador romano, com– pletamente abarrotada. A codazos y a empellones se abren paso los más atrevidos y logran escalar los primeros la pendiente del monte, donde cuentan que tendrá lugar el sacri– ficio del joven Nazareno. Gritos descompasa'dos, silbidos como de serpiente pisada, gestos ridículos, una vocería confusa, des– ordenada, se percibe por todas partes; mucho más, cerca de la Torre Antonia. Sí, algo extraordinario ocurre en la ciudad de Jerusalén, de ordinario tan pacífica, tan tranquila. Y tanto que ocurre; como que ha sido pronun– ciada sentencia de muerte contra Jesús Nazareno, y ya ha salido, llevando sobre sus hombros el ins– trumento del suplicio, la cruz. La cruz donde ha dé morir. La mayor parte de la muchedumbre que se agol– pa, está compuesta de curiosos que, llegados de todas las partes de Palestina, quieren ver el fin de aquel drama; mucho más, sabiendo el renombre adquirido por Jesús durante los tres últimos .años. Otros son de las naciones afines, que también desean saber la suerte de aquel hombre extraordinario. 98
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