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entrañas de tigre, hubiera sentido lo mismo. Tan lastimado estaba el buen Jesús.... Lo mira de pies a cabeza, y sintió compasión por él. La fiereza de . los verdugos había llegado al ,colmo; porque, después de rasgar su cuerpo con el tormento de los azotes, atravesaron su cabeza con la corona de espinas, de agudas y punzantes .espinas. Aquello sí que no lo había mandado él. Aquello más bien fué inspiración del demonio, y obra de condenados. Quiere aprovechar Pilatos esta circunstancia para probar otra tentativa de libertarlo. Se acerca al reo, lo toma de la mano y lo conduce al balcón que da a la plaza pública,· donde todavía la muche.:. dumbre, enloquecida, aguarda para· oir la sentencia de muerte contra Jesús.\ liácese un sepulcral silencio entre la muchedum– bre, al ver que Pilatos quiere hablar: - Os lo traigo fuera, para que conozcáis que no hallo en él culpa alguna. - ¡Cómo estaba Jesús! ¡cómo estaba! Todo su cuerpo rasgado y lleno de sangre medio coagulada; negros cardenales. se notaban en su pecho y espaldas. Le flaqueaban las pierrras por la debilidad y el agotamiento; es mucha la sangre que ha derramado. · rComo las espinas habían penetrado a viva fuerza eñ sus sienes, la sangre saltó en toda la cabeza y corrió en gruesos hilos por la frente y las mejillas. Sus cabellos dorados, todos descompuestos y re– vueltos; en desorden la barba; cubierto el cuerpo con un trapo yieio y sucio; las manos atadas y en ellas una caña: , Pilatos se estremeció al mirarlo, y para mover 93
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