BCCCAP00000000000000000000931
del último recurso. Si éste no le resulta, ya puede dar por perdido todo el pleito. En la cárcel, aherrojado se encontraba un famoso criminal; el número uno en su especie: ¡Barrabás! que en una revuelta motinesca había cometido un homicidio. Eso que se supiera públicamente; por– que sus manos estaban muy manchadas en asuntos de sangre humana. Era costumbre en el pueblo hebreo, en memoria de la liberación de Egipto, que las autoridades die– sen libertad durante la Pascua a un preso. Ese preso había de ser pedido por el pueblo. Pilatos creyó llegada la hora para favorecer a Jesús, dándole libertad. Entre Barrabás y Jesús no habría lugar a duda; de seguro que el pueblo pediría al inocente. Al fin de cuentas, el odio contra Jesús era tan sólo de unos cuantos de los principales. Por,– que el pueblo ... el pueblo lo amaba, lo admiraba. Sobre todo, el pueblo de Galilea estaba enteramente a su favor, con delirio, con verdadero entusiasmo. No eran malos los planes que se formaba el Pre– sidente; pero lo que a buen seguro ignoraba, era que el pueblo sencillo y admirador de Jesucristo no estaba mezclado para nada hasta entonces en aquel asunto. Vivía al margen de los acontecimientos; no estaba allí presente. El que figuraba, tomando parte muy activa, era el pueblo bajo, la chusma inculta, la hez de la socie– dad; gente del arroyo; lo más vil del pueblo hebreo y de los demás pueblos, reunidos en Jerusalén por aquel entonces para la celebración de la Pascua; curiosos, bullangueros, amigos de malhechores y criminales. Ese era el pueblo congregado en la plaza; hombres sin vengüenza, faltos de pundonor, de conciencia, de dignidad, acostumbrados a figurar 88
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz