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puesto's a su alcance; busca solución adecuada, .y no ve el modo de desembarazarse. Pero cuando menos lo piensa, se le viene a las manos la ocasión. Entre otras muchas acusaciones que lanzan con– tra Jesús, aparece ésta: Tiene alborotado el pueblo con 'las doctrinas que ha sembrado por toda la Judea, comenzando desde Galilea y siguiendo hasta aquí. ¿Galilea han dicho los acusadores? Sí; claramente lo ha oído, una, dos, muchas veces. i Galilea! i Galilea! repite en su interior Pilatos. Pero, .¿es que no le habrán engañado los sentidos? En manera alguna. i Galilea! ... que precisamente era de la juris– dicción de Iierodes.... Buena coyuntura para Pilatos para desentenderse de aquella causa tan enojosa. Ahora sí que comienza a ver claro; ahora sí que se despeja el horizonte ante su vista. ¿Es de Galilea el reo? Pues nada más justo que enviarlo a Iierodes; que los juzgue él; que lo con– dene él, si quiere. Por lo menos se entenderá mejor con sus paisanos. Y maniatado es conducido Jesús del palacio de Pilatos a la casa de fierodes. Atraviesa las calles en el estado más lamentable que' decirse puede. Todo él inspira compasión y lástima; pero nadie se la tiene. Los vestidos manchados; la cara llena de esputos y salivazos, llena de cardenales y muy hinchada a causa de los bofetones; descompuesta la barba; revueltos los .cabellos. Un subido color rojo ha inundado sus mejillas en las partes sanas. Así es presentado Jesús a Iierodes, el ocioso, el voluptuoso, el sibarítico Iierodes. Con cuántas an– sias deseó ver llegada la hora de tener en su pre- 82

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