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REFLEXION Todos deseamos la paz. Hablamos de ella y hasta la pedi– mos en nuestras oraciones, pero lo hacemos como si la paz no fuese obra de los hombres. Por eso hay muchas palabras pacíficas y pocas obras paci• ficadoras. La paz tiene sus rafoes en el conzón de ios hombres. Es obra nuestra. Jesús dejó una bienaventuranza para loo cons– tructores de 111 paz. Francisco de Asís, tras su encuentro y entrega II Cristo, halla la paz y ve que el Evangelio le confiere la misión de comu• nicarla. Sus predicaciones comienzan con estas palabras: «JEI Seíior os dé la paz», y manda a los suyos que cuando van por el mundo usen de saludo el deseo de la paz: «La paz sea en esta casa... » Su sola presencia era ya 1.1.na predicación de paz. Ante los conllictos de aquel tiempo se siente comprometido y responsable..., y echa sobre sí mismo el. deber de reconci• liar y establecer la paz. Donde había divisiones, alli iba él 11 sembrar la paz: Arezo, Perosa, Asís. También nosotros debemos ser constructores de paz. La .paz cristian11 ha de ser fraterna: fruto de la conciencia de que todos los pueblos formamos 1.1.na sol11 familia que debe sentarse II la mesa común, compartiendo los bienes que son para todos. No tiene derecho a hablar de paz quien no tiene amor. Este nos llevará a un esfuerzo por aumentar el dominio sobre nos– otros mismos, a rechazar la mentira y la intriga, 11 luchar en serio con las armas de la paz. Todos hemos sido llamados a llevar a los hombres un men• saje de paz y de alegria, de fe y de esperanza. Seremos dis– cípulos de Jesús cuando luchemos por la paz y la verdad, cuando sigamos los caminos del amor, cuando sembremos ale– gría y amistad. La paz el estado de una sociedad ordenada. Es la alegría serena del! reconciliado con Dios, con sus hermanos y con la creación entera. Pu con Dios por la observucia de sus mandamientos, paz con los hombres por lla justicia y la rectitud en el bien obrar, pu consigo mismo por el testimo– nio de la buena conciencia. 30

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