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REFLEXION Para los hombres Francisco de Asís es «el hermano uni– versal». El vivió la paternidad de Dios y, consecuentemente, vivió como hermano de todos y de todo. Recogió. del Evangelio la llamada a vivir como hermano y vio cómo Cristo transformaba en hermanos a los hombres di– vididos. La paternidad de Dios hace posible y necesaria la frater– nidad. - «Al considerar el origen común de todas las cosas, les daba a todas, por despreciables que fuesen, el dulce nombre de hermanas, pues sabía muy bien que todas tenían con él un mismo principio». La palabra hermano brota constantemente de sus labios, pero antes brota de su corazón. Hace del otro, del ru, del compa– ñero, un hermano no simplemente proclamado, sino vivido como preocupación y compromiso. Ni siquiera los malhechores quedan excluidos de su fraternal afecto. Fue capaz de humanizar de tal modo la naturaleza entera que llegó a fraternizar con todos los seres y tod!IS las cosas. Las habla, las invita a alabar al Señor, las cuida... La fraternidad se construye ·con hechos. No hay fraternidad sin apertura al otro, sin romper barreras. La acogida calurosa y sencilla tiene que ser uno de los rasgos de la fraternidad. En sus biografías vemos y admiramos las exquisitas delica– dezas que tiene para con sus seguidores: con el hermano en– fermo, con el hermano hambriento, con el hermano triste y abatido, con la madre de un religioso... Y, además de su ejemplo, nos deja sus lecciones. ¿Y nosotros? ¿Vivimos ese sentido fraternal en nuestras re– laciones? ¿La fraternidad evangélica la concebimos como una utopía irrealizable, como un sueño o como una aspiración real? La fraternidad tal como nos enseña el Evangelio y como la vivió Francisco de Asís sigue siendo una llamada urgente. Medita unos momentos y pide la gracia que deseas al– canzar. 21

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