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Nuestros ojos están diciendo que quieren recibir tus favores. Enséñanos a imitarte, a dar y darnos a cuantos nos necesitan. Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. ACLAMACIONES - Rosa del Carmelo, perfúmanos en alma y cuerpo para que seamos buen olor de Cristo en medio de nuestros hermanos. Dios te salve, María... - Estrella del mar, conduce nuestra barquilla en la noche oscura del destierro hasta las playas luminosas de la Patria. Dios te salve, María... - Reina del cielo, que un día, junto a ti, gocemos de una eterni– dad para proclamar la grandeza del Señor, porque el Poderoso hizo en ti maravillas. Dios te salve, María... REFLEXION La lección todos la hemos recibido de los labios de nuestra madre de la tierra: Mira, hijo, ésa es también tu madre. Es María. Nunca he olvidado el testimonio de una hija fervorosa. Un día su madre la llevó al templo, la acercó al altar de la Virgen, le hizo arrodillar, y le fue diciendo: «Mira, hija, a María. Ella es más madre que yo. Quiérela más que a mi, porque, queriéndote yo mucho, ella te quiere aún más. Cuando yo no exista, cuando no esté a tu lado, cuando sufras, cuando estés preocupada, acude a ella y ella te probará que es tu madre». San Estanislao de Kostka escribía en todos sus cuadernos de estu– diante: «La madre de Dios es mi maclre». Debemos recordar constantemente esa gran verdad. Ella es nuestra madre. Tenemos asegurada su protección. No esta– mos solos cuando nos abruma la soledad, cuando nos ahoga la pena, cuando la vida se torna dificil. En todo momento levantemos la frente, llamemos a esta Madre y arrojémonos en sus brazos. iLa Madre de Dios es nuestra madre! (Medita brevemente y pide la gracia que desees.) 18

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