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Con nuestro esfuerzo y con tu ayuda queremos llegar a ella. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. REFLEXION El cristianismo se iba abriendo camino por senderos de di– ficultad y persecución. Diocleciano, irritado ante el valor de Pancracio, le mandó degollar, suplicio al que nuestro santo se preparó con cánticos de alabanza a Dios y de alegría por la proximidad de la hora de ver a su Dios. La fidelidad de unos hacia que otros muchos quisieran ser como ellos. Es célebre la frase de Tertuliano de que «sangre de wrti– res es semilla de cristianos». El fanatismo de aquellos idólatras no respetaba sexo ni edad, pero tampoco el sexo o la edad eran óbice para ser valientes ante la barbarie de los tormentos y sus escenas de escalofrío. A la crueldad de los verdugos se oponía 1111 valentía de los cristianos. Resl.stí1m amenazas, despreciaban promesas halagüe• fías y se dejaban matar con alegria en sus rostros. Y suscitaban la gran pregunta: ¿Qué religión es ésta que da tales fuerzas y tal valor? ¿Quién da esa valentía pam que la mujer y el ni.íio vayan sonrientes a la muerie? A través de nosotros, ayer y hoy, se juzga a Dios, se juzga la fe que profesamos. Hay quienes no creen por no ser como nosotros. El Concilio Vaticano II tiene esta frase que es una acusa– ción muy seria: «En esta génesis del ateísmo tienen parte no pequeña los propios creyentes, porque eollll las deficiellllclas de su vida ligiosa, moral social, hallll velado más bien que rev-elado genuino rostro Dios». Gandhi dejó también esta acusación contra nuestra Vida de inconsecuencias: «Si los cnsmanc>S se decidieran a ser cristia- nos las veinticuatro horas del yo sería cristiano». 24

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