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Te suplicamos por todos aquellos que no te co– nocen para que también ellos lleguen a la fe. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. REFLEXION La fama de los cristianos había llegado a los oídos de Dio– nisio y Pancracio..., y un día solicitaron una entrevista con el Papa Cayo, su vecino, oculto en el hogar de Cástulo y Se• bastián, y del que tantas maravillas oían. Dicen las Actas de los mártires que el- Papa se postró en tierra y exclamó: «Gracias te doy, oh Jesucristo, mi Señor, Rey de reyes y Señor de los que dominan, que te has dignado por el Espíritu Santo darles noticia de este último siervo tuyo». Mandó que entrasen inmediatamente. Ambos quedaron cautivados de su bondad y allí mismo so• licitaron ser bautizados porque ambos querían «tener como Señor al Señor de Cayo». Trienta días más tarde, tras una formación asidua y una honda vivencia de la fe, fueron bautizados por el Papa Cayo. Lo demás ya sería pura consecuencia. Ellos eran cristianos y querían vivir como cristianos. ¿Y nosotros? Un día nuestros padres, buscando lo mejor· para nosotros, nos llevaron a bautizar. Desde aquel momento somos cristianos, somos iglesia, so• mos hijos de Dios. El bautismo es una dedicación, una consagración, el día más grande de nuestra vida. De él debiera partir un estilo de vida. Un cristiano no pue- de vivir como un cualquiera. Nobleza obliga. ¿Qué importancia damos a nuestro bautismo? La mayoría no sabemos ni el día en que fuimos bautizados. ¿Cuántas veces nos hemos detenido a pensar qué supone estar bautizado, qué nos da el bautismo, cómo vivir nuestro bautismo? 12

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