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tus trabajos en tu hogar, sin máquinas, sin ayuda ... , y cómo lo hacías todo con ternura, con fe, con amor. Enséñame a hacer también de mi trabajo una fuente de santificación. Te lo suplico por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. ACLAMACION - Alégrate, María, porque llevaste en tu seno y diste a luz al Salvador. Dios te salve, María ... - Santa María, Madre de Dios... REFLEXION Este es el primer retrato que conocemos de María: «Fue en– viado el arcángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret a una virgen desposada con un hombre llamado José, y el nombre de la virgen era María». Esa es María: la esposa de un carpintero de pueblo, un ama de casa. Es aleccionadora esta figura gris de María. Nos cuesta ima– ginarnos a la Virgen como trabajadora, como ama de casa hu– milde, en las diversas tareas de una mujer de su tiempo: co– mida, lavado de ropa, compras, limpieza de la casa, molienda del trigo para el pan, traída del agua... Pero ésa es la María real, la histórica, en la que Dios se complació, a la que escogió entre todas las mujeres... Jesucristo, sometiéndose al trabajo, lo dignificó. Quiso pasar como «el hijo del carpintero», como un trabajador. Desde en– tonces el trabajo es un honor, el trabajo dignifica, el trabajo santifica. El trabajo es ley de vida. En él ocupas largas horas. Jesús y María se santificaron trabajando. ¿Tú? ¿Das impor– tancia a la manera de desarrollar tu trabajo? «No importa el qué, sino el modo», no importa si tu tarea brilla o si pasa inad– vertida. Lo importante es el amor, la entrega, la alegría que pones en tu quehacer. Tus trabajos de cada día son la principal fuente de tu san– tificación. Aprende esta gran lección de María como ama de casa. 24
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