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dos en familia, como hermanos e hijos de un mis– mo Padre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. REFLEXION Desde niños aprendimos que toda la ley se resumía en el amor. Sobre el amor y la caridad iodos sabemos cosas bonitas: - Que nuestro destino en la tierra es amar. - Que Jesús vmo al mundo para enseñamos el amor. - Que ése fue su mandamiento más tajante, el suyo. - Que los cristianos debemos ser especialistas del amor. - Que la perfección cristiana consiste fundamentalmen- te en el amor. - Que en la tarde de la vida se nos examinará sobre el amor... Pero ¿cómo estamos en la práctica del amor? Amar es una postura de donación, de entrega, de SCll'V&eto. Amar 110 es dar, es darse. Es exigir que el punto de mira no sea siempre el yo, sino que también piense en ti, en él, en ellos. Que los on-os tengan un puesto en tu corazón, en tu mente y hasta en la cartera de tu bolsillo. Jesús nos dejó el amor como seiial de los suyos: «En esto conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros...», y nos dejó el mandamiento de su amor en la despedida como «un mandato nuevo». Han pasado veinte siglos de cristianismo... y nos podría decir Jesús hoy: «os doy un mandamiento nuevo: que os améis». 24 ¿Qué importancia das en tu vida a la caridad? ¿Te preguntas alguna vez qué podrías hacer tú por tu pró– jimo? El vivir de los primeros cristianos hacía que las gentes dijeran d.: ellos: «¡Ved cómo se aman!» ¿Podrfan decir eso de los cristianos de hoy? Reflexiona brevemente y pide la gracia que deseas alcanzar.

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