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mentado yo en el bienaventurado Fray Antonio, de la Orden de los Frailes Menores, con el cual estuve unido en la más estrecha amistad. Había otros más versados que él en las ciencias profanas, pero él no tenia rival en la Teología Mística. Hombre verdaderamente extraordinario, corazón puro, corazón que rebosa de amor, y del cual podía decirse como de San Juan Bautista: Era una antorcha que ardía y brillaba. En su interior, este hombre de Dios se abrasaba de amor y al exterior arrojaba llamas de fervor evangélico. Mientras Fray Antonio predicaba en Vercelli y asistía a las lecciones de Tomás Gallo, hombre todo actividad, daba conferencias sobre temas de Sagrada Escritura, a las cuales asistían los clérigos regulares y seculares de. la ciudad, y entre sus oyentes se encontraba el mismo Abad Tomás Gallo. De este modo, era una bella realidad esta frase, que parece una paradoja: "El discipulo era Maestro". No es de extrañar que en Vercelli aumentase la estimación que todo el mundo tenia de Fray Antonio. Alli se puso más en evidencia su capacidad intelectual y su cultura eclesiástica. Al mismo tiempo, su intensa vida interior se reflejaba en todos sus actos y se hacia patente a todos. 97
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