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Fray Antonio elevó a Dios su corazón y le pidió la gracia del milagro exigido para poder convertir a aquel hereje. Y puesta en Dios su contian'za respondió,; --Elige tú el milagro. Espero en Dios que será realizado. Bonvillo engreído por la ocurrencia que había surgido en su mente, se atrevió a proponer al Santo algo inimaginable, seguro de que el milagro no se había de efectuar. Y así dijo a Fray Antonio: ---=:y o tendré mi mula tres días sin comer. Pasados los tres días, yo le ofreceré un buen pienso, y tu le presentarás eso que llamas Sacra– mento. Si la mula, sin hacer caso del pienso, se arrodilla y adora la Hostia, entonces yo creeré y doblaré mis rodillas para adorarla. Dicho y hecho. Era un dia de mercado. La plaza estaba repleta de gente: pescadores, cam– pesinos, comerciantes, multitud de curiosos. Pri– mero, apareció Bonvillo con su mula enjaezada. Se detuvo muy ufano en medio de la plaza. Dejó en el suelo el canastillo del pienso. Miró en torno con arrogancia. Sonrió despectivamente. En aquel mismo instante llegó Fray Antonio trayendo la ·sagrada Custodia en sus manos. Resonó un murmullo entre la multitud de curio– sos. Fray Antonio se paró ante la mula y quedó 93
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