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cuando os crió, os dio el mandato de crecer y multiplicaros, y os echó su bendición. Después, cuando durante el diluvio universal morían todos los animales, sólo a vosotros os preservó de daño. Además, os proveyó de aletas, para que podáis discurrir por donde os plazca... Al conjuro de las palabras de Fray Antonio se iban multiplicando los peces. Brillaban sus escamas a los rayos del sol. Parecía que el mar se volvía de plata. Las gentes se hallaban atónitas contemplando el prodigio. Se oía un clamoreo ensordecedor que se confundía con el ruido de las olas. Por mil voces se repetía esta palabra: -¡Milagro! ¡Milagro! -Este fraile es un santo. Fray Antonio proseguía su ferviente plática a los peces y continuaba diciendo: -A vosotros fue dado, por disposición divina, guardar al Profeta Jonás y echarlo en tierra al tercer día sano y salvo. Vosotros· proporcionas– teis a Nuestro Señor Jesucristo la moneda del censo, que El, como pobrecillo, no tenía que pagar. Vosotros fuisteis alimento del eterno Rey, Jesucristo, antes y después de su resurrec– ción, por singular misterio. Por todo lo cual tenéis mucha obligación de alabar y bendecir a 89

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