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Rímini era entonces el centro de la herejía de los cátaros. Con apoyo secreto de los gibeli– nos. habían logrado aquellos herejes concentrar en aquella ciudad su acción, la que extendían por los pueblos y ciudades de las cercanías. A los herejes de Rímini se los consideraba como irreductibles. En el año 1220 estuvo en aquella ciudad un santo Obispo, llamado Hildebrando, con ánimo de someterlos a la fe católica. Mas su gestión tuvo un rotundo fracaso. Los herejes tomaron actitudes amenazantes y el Obispo se vio en la precisión de buscar :'efugio en el campanario de una iglesia. Después, en la oscuridad de la noche, emprendió la fuga, a fin de librarse de la muerte que le tenían tramada. Esto envalentonó a los cátaros y los confirmó en la maldad. * * * Un día llega a Rímini Fray Antonio. Con son– risa burlona miraban los curiosos que había por las calles la figura asceta del joven franciscano. Fray Antonio, sin hacer caso de aquellos despre– cios, da comienzo a su predicación'. Al principio, le escuchaban algunos , más por curiosidad que 86
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