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tamente maduro para esta divina sementera. Poseia las cualidades que se precisan en un verdadero apóstol, a saber: una exquisita vida interior, una humildad profundísima y una vasta eultura de las ciencias eclesiásticas. El predicador evangélico necesita de la vida interior, porque el apóstol auténtico no es más que un instrumento unido a Dios, y esta unión con Dios es lo que puede asegurar el éxito real en sus predicaciones. No ha de ser canal por donde corra el agua 'de la gracia, sino presa que esté bien llena de esa agua divina, a fin de que al comunicarla no se quede vacia de ella. El verdadero apóstol debe dar Jesús a las almas, y para esto es menester que esté antes lleno de El. El apóstol necesita también la humildad, a fin de que se mantenga en la firme persuasión de su propia incapacidad para mover los corazones. Ha de pensar que no es más que instrumento en la mano de Dios, algo asi como la máquina de escribir que no imprime en el papel más que las palabras que marca el mecanógrafo. Por eso, no ha de envanecerse por el fruto que haga en las almas, porque Dios es principalmente quien lo produce. "Ni el que planta ni el que riega es algo -dice San Pablo-, sino Dios que da el crecimiento". El apóstol ha de poseer las ciencias eclesiás- 79

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