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tocaba a su fin. La luz estaba descubierta y era menester hacer que vertiera su claridad por el mundo. El Provincial, Fray Gracián, no pudo tener callado el descubrimiento de tan esclareci– do apóstol. En breve se lo comunicó a Fray Elías, que era entonces Vicario General de la Orden. Este ordenó a Fray Gracián que Fray Antonio dejara luego el retiro de Monte Paulo y se dedicara a la predicación, para la que tenia dotes tan extraordinarias. La Orden naciente tenia entonces gran necesidad de esta talla de predicadores. La noticia llegó también pronto al Santo Fun- dador, Fray Francisco de Asis, que se hallaba retirado en la Porciúncula, el cual no cabiendo en si de gozo por tan fausta nueva, exclamó: -Al fin, ya tenemos obispo. Con estas palabras queria indicar el Seráfico Padre que ya la Orden contaba con un hombre lleno de divina sabiduria, que podia ser grande apóstol y hasta maestro de sus frailes. Entretanto, Fray Antonio se ponia de nuevo en las manos de Dios. Rabia fracasado en sus ansias de martirio. Ahora tenia que sacrificar su deseo de vivir en la soledad. Mas Dios le quería para ser apóstol y brillar en el mundo. Y para él no habia nada más grande ni más perfecto que permanecer abandonado a la santa voluntad del Señor. 76

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