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tu de Fray Antonio, le ordenó que dijera algunas palabras de edificación. Fray Antonio se sintió un tanto cohibido. Tam– poco él estaba preparado para la plática. El audi– torio era selecto. Se componia de varios sacerdotes y de clérigos aspirantes al sacerdocio. Pero lo que más retenia a fray Antonio para hablar era su profunda humildad. No aspiraba sino a vivir escondido y olvidado de todos, gozando de la soledad, para él tan amable. Sin embargo, ante el mandato del Provincial, tan sólo por obedecer, dio comienzo a la plática, poniendo por tema de ella estas palabras de San Pablo: -Jesucristo se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Al principio se mostró un tanto timido, como si tuviera un santo pudor de manifestar su sabi– duria. Mas pronto, poco a poco, fue elevando su voz y, sobre todo, sus pensamientos. Su palabra brotaba espontánea, cálida, expresiva. Su cuerpo, debilitado por los ayunos, se endereza. Su rostro parece reflejar un halo celeste. Su voz es dulce y penetrante. Habla de Jesucristo como ideal del sacerdote. Las citas de la Sagrada Escritura son atinadas y preciosas. Los conceptos teológicos y místicos iban arrebatando los ánimos de los oyentes. Todos estaban maravillados con el pre– dicador. No sabían qué alabar más: si su sabi- 74

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