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por donde había de dejarse oir su cálida palabra. No obstante su afán por vivir por completo oculto a las. miradas de los hombres, su humil– dad profundísima, su altísima contemplación, su extraordinaria penitencia; en fin, todas sus pre– claras y nad,a comunes virtudes eran patentes a todos los religiosos del eremitorio. Por fuerza, el perfume de su santidad naturalmente se iba esparciendo por toda la comunidad y hasta fuera de ella. Llegó a oídos del Provincial el género de vida que Fray Antonio llevaba en Monte Paulo. Se dio cuenta de que en aquel desconocido extran– jero se ocultaba un verdadero santo y era menes– ter considerarle como un tesoro escondido que poseía la Orden. Mandó al Superior de Monte Paulo que mirara con todo interés por la salud de Fray Antonio, y moderara algún tanto la austeridad de sus penitencias. Fray Antonio, siempre humilde y obediente perfecto, se avino a las indicaciones de su Supe– rior. Frenó sus ímpetus de mortificación corpo- 67
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