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los trabajos manuales que se impuso para servir al eremitorio, se dirigia lento y recogido a aque– lla celdilla y en ella permanecia hasta la tarde, ocupado en altisima contemplación. Con fre– cuencia hacia alli la comida, consistente en pan y agua. Su alma no parecia vivir en este mundo. Se elevaba como águila al mundo sobrenatural, absorta su mente totalmente en Dios. Por la tarde, salia de la gruta para asistir con sus Hermanos a la conferencia espiritual que se tenía en el convento. A veces, extenuado por el ayuno y la penitencia, andaba tambaleándose y necesitaba apoyarse en alguno de sus Hermanos hasta llegar al lugar de la reunión de la Co- munidad. · Alternaba sus ratos de soledad con la práctica de los oficios más humildes. Unas veces hacia de cocinero. Otras barría el eremitorio. Ya tocaba la campana para que los frailes acudiesen al coro; ya también leia a sus Hermanos libros espirituales. Y todos estos sencillos oficios los desempeñaba con una humildad lo más encan– tadora, reflejando en su rostro una suavísima sonrisa. En este plan de vida continuó por espacio de nueve meses, sin llamar la atención, sin dar muestra alguna de sus altos conoci,mientos de la Teología y de la Sagrada Escritura. Se compla- 65

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