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hiera entre sus religiosos para ser instruido en la práctica de la regular observancia. Pero se calló los estüdios que había hecho y el apostolado a que había intentado dedicarse. Sólo le hizo saber su condición de sacerdote. Es que Fray Antonio no abrigaba ningún afán de sobresalir ni llamar la atención. Se complacía en permanecer en la oscuridad. No deseaba otra ciencia sino conocer, amar e imitar a Jesucristo Crucificado. El Provincial de la Romaña se com– padeció de él y le destinó al eremitorio de Monte Paulo, al parecer, para que dijera misa a los religiosos que alli se dedicaban a la contempla– ción y la penitencia. 60
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