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pena purque marchaba el mejor de sus religio– sos; pero también se mostraban un tanto indig– nados porque su marcha parecia dejar en mal lugar el monasterio. Uno de ellos, al verle salir, amargado le dijo con cierta ironía: -¡Anda, anda, que vas a ser santo! Mas Fernando, reflejando en su rostro una inefable sonrisa, le contestó diciendo: -Hermano, cuando llegues a saber que soy santo, alaba a Dios por ello. Y diciendo esto, con los ojos en el suelo y las manos en las mangas del hábito, siguió el cami– no del convento de Olivares, sin volver atrás la mirada. Para que el cambio fuera completo, en ade– lante no habría de llamarse Fernando. Haciendo honor al titular de la capilla del emeritorio tomó el nombre de Fray Antonio. so
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