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ingresar en la Orden cuando quieras, aunque sea hoy mismo, con tal que alcances la autoriza– ción de tu Prior. -Rogad a Dios, que me conceda esta dicha - añadió Fernando. Lo más difícil era convencer al Prior para que accediera a sus deseos. Fernando, un tanto timido y vacilante, se fue a su celda á exponerle su voca– ción de Franciscano. Mas en un principio el Prior le contestó con una enérgica negativa. Aquello era una- gran pérdida y un bochorno para el ·monasterio. No obstante, el santo joven insistió una y otra vez en su petición. Expuso razones, multiplicó ruegos, y al fin, a duras penas, consi– guió el permiso solicitado. La decisión de Fernando se conoció pronto en el monasterio de Santa Cruz. Hubo un gran revuelo entre sus moradores. Aquello era algo así como una desgracia. Se perdia el más santo y sabio de los religiosos. Pero Fernando habia alcanzado el permiso de sus superiores, y no cabia en sí de gozo ante la de– finitiva admisión en el convento de Olivares. Y esto habia de hacerse en breve. Es verdad que en el eremitorio de los Frailes Menores tendria que vivir pobremente. Acaso le fuera preciso recorrer las calles de Coimbra pidiendo limosna; tal vez llamar a las puertas mismas del monasterio que 48

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