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una santa amistatl. Se veían frecuentemente en el monasterio de Santa Cruz, hablaban de Dios y se manifestaban los íntimos deseos de sus almas. En ellos había un idéntico ideal: amar a Cristo hasta hacerse una cosa con El. Mas aquel leguito franciscano murió en breve. Y se cuenta que oficiando Fernando un dia de fiesta, vio de repente el alma de aquel santo religioso amigo suyo, volar a modo de ligera avecilla, que cruzaba por encima de las llamas del Purgatorio y que se remontaba al instante al cielo. Entonces pasó por la mente de Fernando una idea que se clavó profundamente en ella hasta que pudo darle plena realización. ¿No podría él vestir el sayal franciscano para vivir del todo muerto al mundo y seguir de cerca al divino crucificado? Esta idea, vaga e imprecisa al principio, tuvo su cristalización con motivo de un hecho, en gran manera importante, para toda la Orden Franciscana. * * * El ardor apostólico que se abrigaba en el alma del Santo Fundador no sólo impulsó a sus hijos a extenderse por toda Europa, sino tam- 43

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