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deseos del joven de servir a Dios, desligado de todo lazo terreno, le concedió el permiso solici– tado. Con esto Fernando ya pudo trasladarse a Coimbra. Coimbra, recoleta ciudad medieval, situada entre verdes colinas, ofrecía a Fernando un ambiente favorable para su espiritu ávido de santas ascensiones. Allí el monasterio de Santa Cruz le esperaba con su acogedor clima de espiritualidad. Era cuna de la Orden Agustinia– na en Portugal y todavía se percibia el perfume del santo varón que lo había fundado y regido por algún tiempo. Florecía en este monasterio la regular observancia junto con la caridad frater– na. En esta atmósfera propicia al recogimiento, todo parecía convidar al divino servicio. Fernando halló en Santa Cruz la ansiada paz de su alma. Tenia diecisiete años. Su vida dio comienzo a una nueva etapa de fervor y total entregamiento a Dios. Nada le impedía ya ex– playar su alma en la divina contemplacUm. Su recogimiento era profundo. La celda y el coro eran para él los lugares preferidos. Salia tam– bién a la huerta del monasterio y allí, en contacto con la naturaleza, le parecía que todo le hablaba de Dios y elevaba su alma al mundo sobrenatural. Al mismo tiempo que oraba y practicaba un 35
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