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nes· del demonio, el cual a todo trance queria rendir al casto joven. Para ellos se valió de todos los medios, a fin de hacerle caer en sus redes. Un día, subía Fernando la escalera del coro de la Catedral, cuando he aquí que se le presenta el demonio en forma visible bajo la figura de viejo s~nsual que hacia muecas grotes– cas. El joven se siente invadido del susto y del miedo. Pero tiene una inspiración santa. Se acuerda de la fortaleza que se halla encerrada en la Cruz de Cristo, y al momento, lleno de fe y confianza, hizo con el dedo pulgar la señal de la Cruz sobre una piedra y el Tentador huyó precipitado. Una paz de cielo sintió Fernando en su alma, que había de conservar toda la vida. Su pureza, pasada la tentación, quedó hermoseada y fortalecida. Dios premió su fe y su amor a la pureza. Aquella cruz hecha en la piedra por el jovencito Fernando, quedó alli gravada, de suerte que aún hoy dia puede observar su marca el turista. Una pequeña verja de hierro la protege de cuanto llegue a profanarla. Allí está dando elocuente testimonio de lo agradable que era a los ojos de Dios la vhiud del casto joven. Fernando, con la gracia de Dios y el esfuerzo propio, fue venciendo las tentaciones que aten– taban a su pureza. Mas esto hizo que, sin perder 28

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