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ante la cual oraban , y en .el ímpetu de su indignación la arrojó por la ventana; pero con tan mala suerte, que llegó a caer en el sombrero de un hombre que pasaba en aquel momento por la calle. Aquel hombre, sorpendido e indignado, miró arriba y vio que entre unas macetas desaparecía precipitada– mente la mano que había arrojado la imagen. ~upuso que allí vivía la persona que había tenido aquella osadía. Subió a toda prisa la escalera y llamó a la puer– ta del cuarto de donde suponía que había sido arrojada la imagen. Asustada, la madre, se fue a abrir la puerta, mientras que la hija, llena de miedo, se escondía en el lugar más secreto de la casa. La madre procuró calmar al enfure– cido visitante, contándole con sencillez todo lo que había ocurrido. El joven caballero, mientras escuchaba, se iba calmando y, por fin, la indignación se trocó en lástima y simpatía por aquellas pobrecitas mujeres. Quiso ver a la atrevida joven que había arrojado la ima– gen a la calle y oir de sus labios la historia de aquel gesto de indignación femenina. Se presentó la joven, y el caballero, viendo su modestia y hermosura, quedó prendado de ella, y de pronto se ofreció a ser el marido que le enviaba San Antonio. Quedaron sorprendidas madre e hija; mas no acepta– ron por el momento aquel ofrecimiento hasta que con el tiempo, después de conocer las cualidades del novio y sus medios de vida, concertaron el matrimonio. Que aprendan nuestras lectoras a no desesperarse, si no encuentran novio tan pronto como se lo pidan a San Antonio. Que sigan pidiéndoselo, confiadamente, que el Santo las escuchará, o al menos las dará la resignación de quedarse solteras. 263
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