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oración y pidió a Dios hallar de algún modo el libro ro– bado. El novicio fue detenido en su viaje de una manera misteriosa y volvió al convento. Confesó su culpa a San Antonio y le devolvió el libro. Este hecho de la vida del Santo fue conocido después de su muerte. Por eso sus devotos comenzaron a invo– carle cuando habían perdido alguna cosa. San Antonio los escuchaba y atendia. Corrió luego la fama de que San Antonio hallaba las cosas perdidas, de suerte que, cuando se compuso el Responsorio, ya era corriente .esta devoción. Desde muy antiguo reza el Responsorio: Miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos. Quizá piense alguno que esto parece una especie de magia; pero el verdadero católico conoce muy bien el valor de la fe. La fe hace en ocasiones verdaderos prodi– gios. El devoto de San Antonio acude a él con ardiente y profunda fe, y esta fe es premiada por el Santo con la gracia de hallar las cosas perdidas. * * * Santo casamentero... ¿por qué? Es muy corriente, entre las jóvenes cristianas, acudir a San Antonio de Padua, pidiéndole que les conceda la gracia de hallar novio, con el cual puedan contraer matrimonio. No sabemos el origen ni el motivo de esta devoción antoniana. Acaso San Antonio, con su lirio en la mano y con su atractiva juventud, despierte en las jóvenes el deseo de encomendarse a él, y la confianza de que ha 260
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