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ciudad. Una nube de gorriones revoloteaba por los alrededores, ávidos de picar las semillas de las huertas en cuanto los dejaran solos. Don Martin dice a su hijo: -Mira, Fernando, esos gorriones no van a dejar grano en nuestra heredad. Te ruego que te quedes hoy aquí para espantar esos pájaros. Al atarceder vendré a buscarte. Fernando obedeció. Pasó un rato espantando los gorriones, Mas luego, su mente se quedó absorta en pensamientos del orden sobrenatural. Se acordó de Jesús oculto en el Sagrario de la iglesia vecimi. S.u corazón volaba adonde estaba su tesoro. Pero no podia apartarse del campo. Tenia que obedécer a su padre. Esto lo pedía Jesús. En su soledad, seguía pensando, pensando. Buscaba un medio para acompañar al Prisionero del Sagrario• sin faltar a la obediencia de su padre. Le pareció que para cumplir el mandato paterno le bastaría alejar los pájaros voraces de la heredad, de cualquier modo que fuera. Y tuvo una idea feliz. Habia allí un amplio local donde se guardaban los enseres de la labranza de la finca. Se le ocurrió que podía muy bien encerrar en aquel lugar la bandada de los gorriones que revoloteaban inquietos en su rededor. Y así lo hizo: los fue llamando. Los gorriones entraron 24

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