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de alguna manera la devoción del Pan de San Antonio. Mas el origen de esta devoción antoniana, tal como ahora se practica, no pasa de 1888. Habia en Tolón una joven llamada Luisa Bouffier, sumamente piadosa y gran devota de San Antonio. Habia prometido hacerse religiosa, pero se halló en la imposibilidad de realizar su promesa. Viéndose obligada a vivir en el siglo, se dedicó por completo a las obras de caridad. Tenia un pequeño comercio, de cuyo producto sacaba cuanto necesitaba para atender a las necesidades de su familia. Un dia, se le estropeó la cerradura del almacén. Viendo que era inútil intentar abrir la puerta, llamó a un cerra– jero. Este, después de varias puebas con diversas llaves, en lo que empleó una hora, se determinó a forzar la cerradura. Mientras el obrero se fue a buscar las herra– mientas para ello, a la joven Luisa se le ocurrió acudir a San Antonio, su santo predilecto, pensanto que el Santo le concederia la gracia de abrir la puerta sin descerrajar la cerradura, si le prometia una lismona para los pobres. Asi lo hizo. Cuando llegó el cerrajero, le pidió que probara de nueyo las llaves. Probó el cerrajero, y con la primera llave que puso entonces en la cerradura, abrió sin dificultad la puerta. Este favor, alcanzado por la intercesión de San Anto– nio, acrecentó grandemente en la joven Luisa Bouffier la devoción al Santo de Padua. Colocó su imagen en la trastienda del comercio y alli la daba culto. Su ejemplo fue seguido por otras muchas personas de Tolón. La devoción fue creciendo, y gentes de todas las clases sociales acudían a la trastienda, de suerte que ésta se vio transformada en algo así como en una pequeña capilla dedicada a San Antonio. Oficinistas, obreros, médicos, publicistas, nobles señoras y muchachas de servir iban a orar ante la imagen de San Antonio y depositaban sus limosnas para los pobres en el cepillo 256
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