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Antonio, pidiéndole auxilio en su desgracia. San Antonio se le apareció en sueños y le dijo: -Visita nueve martes seguidos mi imagen en la igle– sia de San Francisco, recibe alli los Sacramentos y verás tu anhelo cumplido. Puso en práctica aquella mujer cuanto le dijo San Antonio y, por fin, dio a luz un hijo. Mas su gozo no fue completo, pues el niño era contrahecho y no daba esperanza de salud. Ella, llena de fe en su Santo Protec– tor, hizo que le llevaran el niño al altar del Santo. ¡Cosa admirable! Al volver a los brazos de su madre quedó curado y lleno de vida. Este milagro se propagó y contribuyó a que se exten– diera más y más la devoción de los martes de San Anto– nio. Andando el tiempo, debido a la piedad de los devo– tos del Santo, el número de los martes se extendió a trece. El Papa León XIII no sólo aprobó y bendijo esta devoción antoniana, sino que concedió indulgencia ple– naria a cada uno de los trece martes dedicados a San Antonio, con tal que sean seguidos. Lo cual se puede hacer en cualquier época del año. Primero, concedió esta indulgencia a los cofrades de la Pía Unión. Mas luego, en el año 1898, se extendió a todos los fieles que practicaran esta devoción. 253
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