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Teología y predicadores de la divina palabra, que siempre bebieron y ampliamente beben hoy día su inspiración en este manantial perenne de agua viva que es el Evangelio, consideran a An– tonio como Maestro suyo y Doctor de la Santa Iglesia, siendo los mismos Romanos Pontifices los autores y patrocinadores de tal juicio y los que se adelantaron a los demás con su ejemplo. En efecto, Sixto IV en sus letras apostólica~ "In– mensa", del 12 de marzo de 1472, escribe: "El bienaventurado Antonio de Padua brilló como astro luminosísimo y consolidó nuestra fe orto– doxa y la Iglesia católica con sabiduría y doctri– na de las cosas divinas y con su predicación fervo– rosísima". Asimismo, Sixto V en sus Letras Apostólicas del 14 de enero de 1586, provistas de su correspondiente sello plomo, afirma que "el bienaventurado Antonio Lisboeta fue varón de santidad eximia... imbuido además de la divi– na sabiduría". Y nuestro inmediato predecesor, el Papa Pío XI, en su Epístola Apostólica "An– toniana solemnia" · dirigida el 1 de marzo de 1931 al Excmo. P. D. Elías dalla Costa, Obispo entonces de Padua y ahora Cardenal de Floren– cia, con motivo del séptimo centenario del ven– turoso tránsito del bienaventurado Antonio, pon– dera también por su parte aquella divina sabi– duría de la que tan copiosamente estuvo dotado 239
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